Ciclo de Cine Federal con tonada
La reforma de la
Ley de Cine en 1994 incorporó una serie de políticas tendientes a una mayor
federalización del cine en Argentina. En efecto, el Instituto de Cinematografía
pasó a estar co-gobernado por la Asamblea Federal constituida por las
diferentes áreas de Cultura de cada provincia con el fin de promover y fomentar
la producción cinematográfica a nivel regional. Aunque este órgano no haya
tenido el desarrollo deseado a lo largo de sus años de funcionamiento y aún
falte reglamentar y poner en ejercicio varios de sus propósitos, no puede
negarse que la actividad del sector tuvo un enorme desarrollo desde entonces.
El impulso fue
acompañado por la sanción de leyes provinciales de fomento audiovisual,
fenómeno iniciado en 2001 por San Luis y seguido por Misiones (2014), Córdoba
(2016), Neuquén (2017), Tucumán (2018), Mendoza (2018) y Río Negro (2019).
Otras provincias tuvieron o tienen proyectos, algunos de ellos incluso con
estado parlamentario, como los de Chubut, Ciudad de Buenos Aires, Corrientes,
Entre Ríos, La Pampa, La Rioja, Tierra del Fuego y Salta. Esta última sería
precursora en 1954 creando un fondo de fomento cultural a través de un impuesto
indirecto a las entradas de cine, política que sería implementada años después
a nivel nacional con la creación del Fondo de Fomento Cinematográfico. Pionera
es también Santa Fe al gravar en 2016 la comercialización de contenidos
audiovisuales a través de internet destinado a promover la industria cultural,
un impuesto que a nivel nacional viene siendo tema de discusión y trabajo sobre
la base de ampliar los alcances de la Ley de Cine a las plataformas de
streaming, pero que todavía no ha sido tratado por el Congreso.
Sin dudas este
crecimiento de la actividad a nivel federal está relacionado con el surgimiento
y actividad de organizaciones provinciales que reúnen a profesionales del
sector. Las asociaciones civiles, cámaras y colectivos entre otros, comienzan a
tener una participación activa en el diseño de políticas audiovisuales al
interior de cada jurisdicción pero también a nivel nacional logrando un cambio
de paradigma en las concepciones del fomento federal del cine. Asimismo es
fundamental la actividad social y cultural que desarrollan los festivales de
cine nacionales, que permiten el encuentro e intercambio de las distintas
agrupaciones, por ej. el Festival de Cine de Oberá, que ha sabido ser una
plataforma para el surgimiento de la FAVA, la Federación Audiovisual Argentina,
en 2017. Un año antes de la constitución de la federación, el “Foro
Audiovisual” realizado por primera vez en la Ciudad de Buenos Aires, permitió
no sólo conocer el gran trabajo que venían realizando sino que, en términos
simbólicos, significó un reconocimiento institucional por toda la industria audiovisual.
La Asociación de
Directorxs de Cine PCI además de haber participado de este proceso a lo largo
de más de 20 años, ha promovido el trabajo mancomunado con las asociaciones
provinciales. El interés por la federalización del cine se ve reflejado en la
gran cantidad de capacitaciones que realizaron sus miembros en todo el país,
los premios entregados en festivales nacionales, el estímulo a la sanción de
leyes de cine provinciales, la creación del Programa
MaPa Federal de tutorías para proyectos de ópera prima, entre otros.
Y, por supuesto,
también es algo que puede verse al revisar la filmografía de quienes integran
PCI. Puede verse pero sobre todo puede oírse: la musicalidad en la
pronunciación de los personajes al hablar, aquello que llamamos tonada. El acento regional “es el
producto de la tradición hispano-indígena, el canto de la emoción geográfica,
el acento genuino del hijo de la tierra”, escribía Ricardo Rojas en Las Provincias. Delimitados por una
serie de particularidades fonéticas, rítmicas y melódicas del habla, los
territorios en los que transcurren las películas nos muestran en buena medida
las formas del ser “cordobés”, “salteño”, “porteño” o “misionero” por poner
algunos ejemplos.
Los filmes bien
pueden tener en su rol de dirección a profesionales que hayan nacido en la
localidad donde transcurre la historia o no, como el caso de la entrerriana
Celina Murga, que filma fuera de su provincia una única película, Una
semana solos. Marcada por la impronta de la ciudad-puerto que mira
hacia el Atlántico, Murga nos muestra los efectos del proceso de globalización
en un grupo de adolescentes. Y en efecto, donde transcurre la acción es un tipo
de urbanización cerrada que denominamos con la voz anglosajona country, un barrio privado que tuvo su
mayor desarrollo en la década del ochenta cuyo origen es británico y
norteamericano.
Aislados en esta
ciudad-cerrada y en ausencia de sus padres (es decir, no hay tierra ni
filiación parental) el grupo de adolescentes pareciera estar atrapado en un una
red de elementos culturales de diversa procedencia, entre la cultura pop, las
pantallas de televisión, el cable, los videojuegos y los sonidos de los ringtones en los teléfonos. El español
neutro de los canales especializados en naturaleza y vida silvestre, las canciones
en inglés como “It’s not the way I like it” de Bluevox, la música brasileña, la
italiana con “Invisibile (per te)”, etc. Es decir, una serie de voces
importadas que parecieran darle forma al decir de quienes están todavía en
plena etapa formativa. “Se dice condujeron, no conducieron”, le corrige María al
agente de seguridad, que se figura como un extranjero, al igual que el chico
que llega de Entre Ríos y a quien no dudan en culpar injustamente por los
destrozos cometidos.
“Hay cosas que son
difíciles de transmitir, cualquier lenguaje queda chiquitito”, dice la abuela
de Valentina Llorens en La Casa de Argüello, donde la
cineasta busca a través de la palabra, de la narración verbal, explicar su
pasado, su historia. Y en la ceremonia en que despiden los restos de sus tíos,
todos hablan, menos Fátima. La palabra de su madre se vuelve necesaria,
descubre Llorens en pleno proceso de realización de su documental y de manera
excepcional, al encontrarse con su madre, sólo registra el sonido de su habla acompañado
de veladuras de película fílmica, como símbolo de su memoria. Y en la
entonación que se oye en su familia al hablar también suenan las heridas del
exilio y los efectos de los años más tristes de nuestra historia moderna.
Los giros
filológicos de la lengua tienen en la tradición oral un hilo conductor
generación tras generación. Nosilatiaj está estructurada por el
relato de Yolanda en su lengua nativa Wichi Lhämtes que concluye con un
elocuente “nuestro idioma”; Daniela Seggiaro decide justamente nombrar al filme
en esa misma lengua. Pero ella es criada en una familia criolla del chaco
salteño, lo que configura el conflicto central de la película. Yolanda crece
entre zambas carperas, cuecas norteñas y la palabra
de Dios, el ritual de la misa cristiana. La tonada, dice también Ricardo Rojas,
provienen del castizo y las distintas lenguas nativas.
Las canciones son
otra influencia de la musicalidad en la entonación y el chamamé “En tu ventana”
de Roberto Ferradas Campos y Del Tránsito Cocomarola es pieza clave en Un
Gauchito Gil. Pedretti filma con destreza la historia basada en
narraciones orales de oriundos del lugar sobre esta figura de devoción popular,
entre la que se mezclan la dimensión sonora de la naturaleza, el mito, las
ceremonias paganas y la poesía del correntino Francisco Madariaga. Y este
entramado sonoro luce las tonadas litoraleñas, entre el guaraní, los habitantes
nativos de los esteros, la actuación de personas de Misiones y Corrientes y la
del formoseño Jorge Román.
El mito popular del
Gauchito Gil y el chamamé, también forman parte del film Encandilan luces de
Alejandro Gallo Bermúdez. La reinvención musical del chamamé en su forma
psicodélica espacial, futurista, mezcla de rock y chamamé o chipadelia como
gustan en llamar, tiene su continuidad en otras generaciones influenciadas bajo
el giro de este género musical. El chamamé “es la identidad del correntino”
dice un testimonio de los entrevistados para este documental sobre el
inclasificable grupo “Los síquicos litoraleños”.
Frente a la selva
correntina las edificaciones de la ciudad de Rosario funcionan como
contrapunto. Canela, el filme de Cecilia del Valle, retrata a una rosarina
cuyo nombre le da título a la película y que asimismo conlleva el valor del
significante atento a que la película tiene como tema la identidad de género;
sobresale la escena en que Canela exhibe con alegría su nuevo DNI. La reflexión
sobre la identidad se traslada de lo individual a lo universal: ¿Qué es lo que
necesitan los rosarinos? ¿Necesitan un edificio de cuarenta pisos frente al
río? Se pregunta la protagonista dando clases sobre arquitectura. Profesional
de la construcción, Canela pone en valor la palabra y el decir, no sólo en los
diálogos con sus hijos o con un amor de antaño, sino especialmente en los
encuentros con su psicóloga, único momento en que vemos a Canela quebrarse.
Lucía, en Aire,
de Arturo Castro Godoy, es madre de un chico con asperger y afronta incansables
contratiempos y peripecias para poder estar al lado suyo luego de que su hijo
sufriera un accidente en el jardín y fuera trasladado a un hospital.
Interpretada por Julieta Zylberberg, su tonada porteña contrasta con la voz de
los personajes secundarios mayormente santafesinos y rosarinos. Fue filmada
íntegramente en Santa Fe y contó con un equipo conformado por personas de
Córdoba, Buenos Aires, Rosario y Santa Fé. Bernardo Canal-Feijoo, señaló en Teoría de la ciudad argentina, que las
distancias geográficas de nuestro país tienen un correlato con las distancias
tonales que se observan en las regiones.
De esta forma lo
único que pervive en nuestros días como testimonio de la génesis de las
ciudades y provincias argentinas son las tonadas. En ellas encontramos índices
de influjos comechingones en Córdoba
o gününa yajüch en la Provincia de
Buenos Aires, por ej. Bahía Blanca. Es en esta ciudad donde Josefina Recio retrata
con plasticidad y poesía al grupo “Los Chopen”, artistas visuales surgidos de
un taller creado por su madre. El huevo del dinosaurio es, ante
todo, un filme sobre la mirada y su directora nos enseña a ver con perspectivas
diferentes el universo simbólico de quienes pintan. La palabra completa el
retrato con humanismo y si bien son escasas, son memorables las escenas en que
se formulan preguntas esenciales y diálogos llenos de toda sensibilidad.
La palabra hablada
es el canto de los pueblos. Y como entona Mercedes Sosa: “los pueblos que
cantan siempre tendrán futuro”.
por Fernando Madedo